Gran Sabana no postal

Mi madre siempre dice que vivo "en el fin del mundo". Yo vivo en la Gran Sabana, en el sureste extremo de Venezuela, en un sitio tan distante
y tan distinto que hasta se me ocurrió quedarme a vivir. Los invito a conocer esa Sabana que experimento en mi cotianidad: la Gran Sabana no postal.

lunes, 22 de junio de 2015

Perros con pasaporte

Las tarjetas de vacunación, con recomendaciones para el cuidado de la mascota, imitan a un pasaporte brasilero, en verde selva y se escriben en portugués.

A IC, mestiza y mística, le preocupa la cantidad de perros que se venden en la parada dispuesta para el transporte público muy cerca de su casa, en la urbanización Brisas del del Uairén, sector este. Ella es hija de una mujer pemón y un hombre blanco, curtida en la madurez en asuntos vinculados al crecimiento espiritual.

Brisas se encuentra sobre la Troncal 10, a dos kilómetros de Santa Elena y a 13 de Villa Pacaraima, La Línea, la primera localidad brasilera de cara a Venezuela.

Santa Elena de Uairén es la capital del municipio Gran Sabana, la tierra del pueblo indígena pemón, en la distante frontera venezolana hacia el Brasil y hoy un caótico puerto libre atestado por brasileros que compran por docenas lo poco que hay. Hace tres semanas, el real superó la barrera de los 100 bolívares y siguió indetenible.

Luis Río Bueno, uno de los dos veterinarios del sitio, cuenta que, cada mes, al menos 100 cachorros venezolanos cruzan la frontera hacia Brasil. En Maturín o Valencia, a más de 1000 kilómetros de Santa Elena, un Golden Retriever, cuesta de 7 000 ó 10 000 bolívares y acá 200 reales, al menos 12 mil más. En Boa Vista y Manaus, las dos ciudades brasileras más cercanas, cada ejemplar cuesta al menos el doble. 

A IC le perturba imaginar los criaderos de perros -hileras de caniles ocupados por hembras en celo en espera de machos procreadores, hileras de caniles ocupados por hembras recién paridas, hileras de caniles ocupados por perras despojadas de sus hijos y nuevamente hileras de caniles ocupados por hembras en celo en espera de machos montadores, lugares de un trajín infinito y agotador- y además está segura del "karma" que recaerá sobre la existencia de los criadores caninos y sus revendedores fronterizos.

En las Cuatro Esquinas, el cruce de calles ubicado en el corazón del Casco Central de Santa Elena; en la calle Ikabarú, a la altura de China América; en la Mariscal Sucre, en las cercanías del Hotel José Gregorio y en Brisas de Uairén. En donde hay trocadores, cambiando reales por bolívares o viceversa, también hay alguien ofreciendo canes.

Corre la tercera semana de mayo y en la parada de Brisas de Uairén, dos chicas ofertan "en promoción" una camada de rottweiler. Un día cualquiera cada ejemplar de esta raza se vende por 700 reales, pero hoy cada uno saldrá 650 reales, incluso por 600 y ya.  

Al cierre del mes de mayo, frente al Hotel Gran Sabana, una chica con nombre de río expone un cachorro Pug Carlino, color ceniza, por el que exige 1000 reales. "Este es el de Hombres de Negro, uno de los más caros vendemos". Cuenta que mensualmente coloca 32 canes, todos los que logra comprar en Valencia u otra de las ciudades del centro.

Es viernes, 19 de junio y una pareja proveniente de Maturín muestra nueve cachorros en una jaula sobre el piso de la parada Brisas del Uairén. Acaban de llegar, no llevan más de 10 minutos en el sitio y al menos seis posibles clientes, todos brasileros, se han detenido.

En el enrejado, de un metro por 60 centímetros aproximadamente, exhiben cinco Poodles, tres mini toys y dos convencionales, valorados en 200 reales cada uno; un Husky Siberiano, dos Rottweiler y un Schnauzer valorados en 700 reales cada uno.

A uno de los hombres del primer grupo de clientes le inquieta el aspecto de los dos pequeños Rottweiler. "São misturados?", pregunta. Ante lo cual el vendedor asegura que "son puros". A la chica que lo acompaña le encanta el Husky Siberiano. "Olha só, que lindo", dice y lo acurruca entre sus senos y su mentón mientras cierra sus ojos. Pero su acompañante la invita a seguir. "Voltamos daquí a pouco", se despide.

"Hay un problema: muchos mercaderes de perros, a quienes lo les importan las condiciones en las que están vendiendo (…) La mayoría de los perros están llegando con certificados falsos, que no son hechos por un médico veterinario o enfermos", explica mientras muestra una pila de tarjetas de vacunación con inconsistencias en el número que identifica al profesional, la información vinculada a la vacuna u otras.

Explica que los perros deben salir del país vacunados, al menos con la séxtuple (Parvovirus, Coronavirus, Moquillo, Hepatitis, Leptopirosis e Influenza) y por supuesto, sanos, con sus ojos alegres, el pelo brillante porque, de lo contrario, "el día que las autoridades brasileras se den cuenta, van a parar el negocio".

Él sugirió, además, constatar que al animal es efectivamente de raza, pues se están vendiendo "viralatas", por ejemplo hijos de Cocker  y Poodle, como si fueran ejemplares puros y revisar que sus dientes estén en buena posición.

"Vaya con el vendedor y hágalo chequear con el veterinario, antes de pagarlo".


Esta semana, el real franqueó la barrera de los Bs. 115 en el mercado local. Sube, sube, y eventualmente pierde algunos puntos. El salario mínimo en Brasil es de 788 reales por mes, lo mismo que cuesta un Rottweiler en Santa Elena. Se dice que, en Boa Vista, un Rottweiler puede costar alrededor de 1500 reales. En Manaus, Amazonas, probablemente más. Se habla de los revendedores de perros, de los que compran para revender allá e incluso de la proliferación de ladrones, de que, con cariño y algo de comida, los sacan de sus casas en Santa Elena, para luego venderlos en reales. 

lunes, 8 de junio de 2015

Bulla en San Antonio, bulla en la ciudad

La comunidad de San Antonio del Morichal cerró el paso porque ante el surgimiento inesperado de una mina recibieron a centenares de cazadores de fortuna, incluyendo a miembros de las bandas conocidas como sindicatos. Fotografía: Morelia Morillo.

Era domingo, último día de mayo, cuando el transportista de combustible y su mujer salieron a pasear como otras veces.

Con certeza, dejaron su casa, pasando el río Uairén, a la altura del sector La Planta; tomaron la Troncal 10, rumbo a la frontera con Brasil y, seis kilómetros después, se desviaron hacia San Antonio.

San Antonio del Morichal es una comunidad indígena pemón ubicada aproximadamente a 10 kilómetros de Santa Elena de Uairén, la capital del municipio Gran Sabana, el más distante hacia el sureste del país; un poblado conformado por medio centenar de casas rurales en torno a una churuata de uso comunitario; tienen escuela primaria y ambulatorio; la mayoría siembra o cría para comer o son funcionarios públicos; un lugar sobre los caminos verdes, paso eventual de contrabandista de gasolina, pues colinda con la línea de hitos que separan a Venezuela y Brasil, pero aun así es un asentamiento indígena tranquilo .

Los andantes del domingo traspasaron San Antonio, tomando la vía de Tukuyén, la carretera de granza agujereada que lleva hacia el extraordinario Puente Makunaima, un arco macizo anclado por la naturaleza en los extremos de un lecho rocoso sobre el cual corre un río de aguas oscuras, un lugar sagrado.

Los Makunaima son los protagonistas de muchas de las leyendas pemón, habitantes ancestrales de la Sabana. Se dice que los Makunaima pisaron sobre el paso pétreo y viajaron hacia Remonotá, en las llanuras del Río Branco, en Brasil.

En cambio, los caminantes del último domingo de mayo debieron detenerse al alcanzar Pozo Azul o Pozo Arcoíris. No se sabe si tomaron un baño, pero sí que caminaron sin más interés que el de explorar, despejarse, salir de la rutina.

Entonces, a la mujer le dieron ganas de orinar. Se agachó y a sus pies, bajo el orine espumoso, descubrió que entre las piedras sueltas titilaban pequeños destellos dorados. Con asco, tal vez, y empleando su pulgar y su índice a manera de pinza extrajo un cochano de oro puro.

Llamó a su marido. A lo mejor gritó. Aunque el hombre se encontraba cerca. Él llegó de inmediato. Cuentan  que comenzaron a escarbar con las herramientas que llevaban en el carro -un machete, una pala, un pedazo de tubo – pero que, aun así, a media tarde él completó poco más de 100 gramas de oro y ella al menos 70. A la fecha, el gramo de oro en la frontera ronda los 10 mil bolívares.

Sus conocidos relatan que comenzaron celebrando en privado, sin aspavientos, pero que la euforia, marinada alcohol, los sacó de la prudencia.

Uno de los choferes que transportó gente hasta el sitio, relata que "como dicen en Twitter, la noticia se hizo viral hasta convertirse en trending topics", si bien la novedad se corrió de boca en boca.

Los mineros llaman "bulla" a los sitios en donde, tras un primer movimiento de tierra, comienza a salir oro en grandes cantidades; se corre la voz y, repentinamente, se concentra mucha gente en busca de fortuna.

Son las cinco de la mañana del lunes y un ejército de motos chinas transitan por la Troncal 10 rumbo al sur. Sobre los sonoros vehículos de dos ruedas van uno, dos, tres ocupantes, hombres y mujeres. Llevan botas de hule, baldes, bateas mineras y palas. A media mañana, en las calles de Santa Elena sobran quienes buscan bateas mineras en compra o alquiler y apenas quienes se muestran dispuestos a venderlas o alquilarlas. Las bateas son una especie de taza de madera de fondo puntiagudo que sirve para separar manualmente el oro del resto del material que arroja el suelo, el mineral precioso de la tierra y de las piedras.

Sobre las 10, el valle cercano a Pozo Azul, habitualmente desierto, "parecía un Mercal", según la descripción del transportista. El no quiso sumarse, pero calcula que al menos 800 hombres y mujeres, indígenas y foráneos, volteaban el suelo.

El valle y el cerro a sus espaldas también forman parte de la tradición pemón. Los abuelos contaban que allá resguardaban sus huevos las aves migratorias.

Los del fundo cercano lavaban el material en el Pozo Azul, transformado súbitamente en un lodazal marrón, mientras los foráneos lavaban en los nacientes. El agua cristalina se torna turbia y el valle un reguero de promontorios y boquetes.

"La gente se está volviendo loca. Se les ve llegando normales y al rato ya son otros. La necesidad y la avaricia cambian a la gente", analiza el transportista.

Llegan en vehículos 4X4, en motos, en automóviles. Es lunes y en las calles apenas circulan los taxis. Es martes y en las estaciones de combustible, normalmente congestionadas por el contrabando, apenas hay filas de cinco carros por surtidor.  En la ciudad fronteriza priva un letargo poco usual.

El martes la migración se hace masiva. Jorge Gómez, el coordinador del Consejo de Caciques Generales del Pueblo Pemón, dice que al sitio llegaron al menos 1000 personas, entre conocidos y desconocidos, indígenas y no indígenas.

El minero con más de 20 años en el negocio sufrió un percance, que pudo ser mortal y no logró salir de su casa. Mientras se recupera, una comisión de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) llega al lugar y detiene las excavaciones bajo el argumento de que hay que esperar la evaluación ambiental.

Dada la fragilidad de la Gran Sabana y su incalculable valor ambiental, la mina sólo les está permitida a los pemón, a los habitantes ancestrales de esta tierra, siempre y cuando trabajen artesanalmente y recuperen las áreas afectadas.

"Siempre pasa lo mismo, cuando hay una bulla, los guardias cierran y sólo dejan trabajar a sus amigos. Así pasó en Chirikayén", dice el veterano.

Gómez cuenta que entre los 1000 destacan cuatro que amenazan al resto con armas de alto calibre, que se burlan de los habitantes tradicionales del lugar, que sueltan promesas letales, que se identifican como residentes de una de las nuevas invasiones ubicadas en el extremo oriental de Santa Elena de Uairén, en lo que se conoce como Caño Amarillo, que al parecer ellos entraron por las trochas desde Sampai, la comunidad aledaña a Caño Amarillo, que la GNB los detuvo.

En Santa Elena se dice que la mina de San Antonio ya botó al menos 50 kilogramos del metal amarillo. Pero otras voces lo desmienten. El rumor suma ceros a la derecha a las cantidades de oro obtenidas.

Es jueves y sobre el puente que sirve de acceso a la comunidad se extiende un pendón según el cual el paso fue "Cerrado por desición de la comunidad". Aunque el portón se corre cada vez que se aproxima un capitán indígena con su comitiva.

Milagros del Valle Suárez explica: "decidimos cerrar desde el martes porque la gente pensó que aquí había una bulla, pero aquí no había bulla nada y ya estaban aquí los de los sindicatos del 88"¨. En el sur profundo de Venezuela se conocen como sindicatos a los grupos armados que controlan las minas.

Hoy, jueves, el mundo cristiano celebra el Corpus Christi. En Brasil es día feriado y buena parte de los habitantes de los estados brasileros de Roraima y Amazonas circula por la Troncal 10 rumbo a Santa Elena. El real brasilero se mantiene sobre los 100 bolívares. En los estantes de los supermercados chinos apenas hay mercancía. El resto se encuentra en las bodegas y mini abastos. Pero los brasileros pagan en reales. Bulla en San Antonio. Bulla en la ciudad.


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