Vicner, Raquel y Eva jamás pensaron
poner un pie en el extranjero para ganarse la vida. Pero se les dio la
oportunidad, sacaron cuentas y se enfilaron hacia el otro lado de la línea,
para trabajar y cobrar en reales. Por estos días, el cambio entre los
trocadores de la plaza ya pasa de los 55 por uno, si bien oficialmente se ubica
en Bs. 2,19 por 1 real.
No se trata de emigrar, ninguna de las
tres vive en Brasil, simplemente trabajan, comen y duermen y al cobrar regresan
a Santa Elena de Uairén, a Venezuela para trocar y pagar en bolívares todo
cuanto necesitan ellas y sus familias.
Vicner, separada de su marido y con
dos hijas, estaba buscando empleo a comienzos de año. Entonces, una conocida
llegó a su casa y le preguntó si quería trabajar en un restaurante en Villa
Pacaraima.
Trabaja a metros de la calle Suapí, la
principal vía comercial del pueblo.
Pacaraima, también conocida como BV8 o
La Línea, es la localidad brasilera más cercana a Venezuela, un pueblo de 5 mil
habitantes, la mayoría de ellos empleados públicos, agricultores o
comerciantes.
BV8 prosperó de prisa entre 1990 y
2005, mientras que el cambio favoreció a los venezolanos, que compraban por
docenas Calabresas, salchichas brasileras, productos para el cabello, hamacas,
sombreros, sandalias Havainas y camisetas con los colores de la bandera del
Brasil. Entonces, los brasileros venían desde Boa Vista y otros lugares de
Roraima a trabajar en Santa Elena.
Vicner es Técnico Superior
Universitario (TSU) en Higiene y Seguridad Industrial. Pero jamás ha ejercido
su profesión. Sus compañeros de la universidad, los que se graduaron con ella y
consiguieron emplearse, ganan de 8000 a 9000 bolívares. Alguna vez, trabajó en
una farmacia, como vendedora. Ganaba sueldo mínimo. Era madre y ama de casa a
tiempo completo.
Esta tarde, como durante el último mes
y medio, comenzará a trabajar a las cinco, recogerá su cabello, se colocará su
“gorrito de chef”, se lavará las manos y preparará y servirá alrededor de 25
cenas.
Cuando se casó no sabía ni freír un
huevo. Aunque su mama tiene un restaurante. Ahora, hace hamburguesas y comida
casera, feijão, arroz, carne, macarrão y ensalada. Aprendió a cocinar
sin aliñar mucho. Dice que a los brasileros les gusta la comida con poca sal y
apenas sazonada.
A eso de las diez, recogerá, limpiará
y dejará el negocio listo para el día siguiente. Saldrá a las once.
Trabaja durante todo la semana, aún
debe conversar con su jefe cuál será su día libre. En mes y medio no ha librado
ni un día. Cobra 700 reales más habitación y comida.
Mañana, en la mañana, irá a Santa
Elena, a 15 kilómetros, pasará un rato con sus hijas y les cocinará.
Las dos, de cinco y 11 años, viven con
la abuela porque en Pacaraima cada vez es más difícil conseguir cupos en las
escuelas para los venezolanos. Antes era fácil, alrededor de 200 niños y niñas
venezolanos cursan estudios en BV8, pero ahora quienes deseen una matrícula
deben comenzar por anotarse en la lista de espera y gestionar su visa
estudiantil. Vicner probablemente logre inscribirlas para 2016.
“Yo he escuchado que aquí tratan mal a
los venezolanos, que si venecos, que si tienen que salir de su país porque
están pasando trabajo, pero a mí no me ha tocado (…) Yo estoy contenta, me
gusta lo que hago y me gusta el ambiente. El clima me encanta y la gente es
tranquila y con este sueldo”, al cambio logra al menos 40 000 bolívares por mes
y no gasta nada.
En mes y medio, ya conoció a otros
cuatro venezolanos en similares circunstancias: a la muchacha de la tienda de
ropa íntima, quien gana 500 reales y sale temprano; al cajero del supermercado
cercano, quien gana 1000 reales y trabaja durante todo el día y a una
manicurista y peluquera. “El muchacho me dijo que se vino de Valencia por la
inseguridad y porque estaba desempleado”.
A partir del primero de enero de 2015,
el salario mínimo brasilero es de 788 reales, aproximadamente 333 dólares.
Diariamente una persona debe ganar al menos 27,27 reales ó 3,58 reales por
hora.
Raquel y Eva se alternan el cuidado de
una anciana en Boa Vista.
Boa Vista, la capital del estado
brasilero de Roraima, es una ciudad de aproximadamente 350 mil habitantes
ubicada a 220 kilómetros de Santa Elena.
De momento, Eva está allá y Raquel en
Santa Elena.
Hoy, con certeza, Eva se levantará
sobre las seis, ayudará a la señora a salir de la cama y a asearse, le hará su
café con leche y se lo servirá, junto a un pedazo de pan; pasarán la mañana
juntas; probablemente, Eva limpiará un poco la casa; , hará el almuerzo,
pescado de río, pollo o bistecs, arroz, ensalada y jugo; las dos harán la
siesta; se levantarán, conversarán mucho; Eva hará la cena, una sopa de vegetales,
tal vez y finalmente ayudará a la mujer a regresar a su cama.
“En Boa Vista me siento muy bien, no
tengo necesidad de pagar comida ni habitación y por la situación que tenemos
aquí, en Venezuela, que el dinero no da, esto me sirve. Yo allá no gasto nada.
La señora hasta me paga el pasaje y en diciembre me regaló ropa para estrenar”, contó Raquel.
Raquel gana 1000 reales al mes, si bien
ha escuchado que por oficios similares una mujer brasilera exige 50 reales por
jornada, de ocho a dos de la tarde.
La segunda vez que viajó, en el carro
por puesto que la llevó de Pacaraima a Boa Vista conoció a una muchacha de
Maracay, estado Aragua, Venezuela, aproximadamente a 1500 kilómetros de esta
frontera. Le contó que tenía un tío que trabajaba en el Aeropuerto de Santa
Elena y que, a través de él, hizo contacto con la dueña de un kiosco de comida
en Boa Vista. Gana 700 reales por mes.
Soto, músico de profesión, va a Boa
Vista cada vez que un local nocturno lo contrata. Le pagan por el toque, el
hospedaje, la comida y el transporte. En una noche puede hacer 200, 300 reales.
Algunos de sus contratistas suelen bromear diciendo que con eso puedo vivir dos
semanas en Venezuela.
“En el por puesto, ya he conocido a
varios obreros calificados, soldadores, albañiles, que están trabajando allá.
Van durante el tiempo que dure el contrato y regresan”.
En su sede de Pacaraima, la Policía
Federal Brasilera suele ser rigurosa al momento de chequear el ingreso de los
extranjeros. Por lo general otorgan permisos de estadía por 30 días y estos
obviamente no incluyen derecho al trabajo. Quienes salen del país, más allá del
tiempo fijado en los permisos, deben pagar una multa, también en reales
obviamente.