Gran Sabana no postal

Mi madre siempre dice que vivo "en el fin del mundo". Yo vivo en la Gran Sabana, en el sureste extremo de Venezuela, en un sitio tan distante
y tan distinto que hasta se me ocurrió quedarme a vivir. Los invito a conocer esa Sabana que experimento en mi cotianidad: la Gran Sabana no postal.

jueves, 22 de mayo de 2014

Trocadores II y Las crónicas 5


Los novatos ejercen principalmente en el cruce fronterizo, siempre del lado venezolana, lejos del alcance de la Policía Federal Brasilera y en los alrededores de los supermercados chinos. Foto: Morelia Morillo.

Es mayo de 2014 y Las crónicas de la frontera ya tiene cinco anos. Casi la edad de mi hija a quien di la bienvenida con yo-di-luz-en-pacaraima.html Por cierto, al menos dos mujeres, embarazadas, venezolanas, me han escrito pidiéndome detalles.

En estos cinco, muchas cosas han cambiado: el diseño de este sitio; la cantidad de lectores, aunque sólo 129 se han registrado, son muchos los que pasan por aquí; el número de entradas: con esta sumamos 82 y el número de vistas: pasamos de las 52 000.

Ahora bien, ningún dato numérico se disparó -en cinco anos- tanto como el precio del real brasilero. Para 2009, las lechugas, orgánicas y recién cosechadas, en Villa Pacaraina, Brasil, a 15 kilómetros de casa, costaban cinco reales es decir 10 bolívares. Ahora, la misma lechuga, igualmente fresca y sin residuos químicos, cuesta 150 bolívares. Ya no más.

Poco después, en abril de 2011, colgué trocadores-casas-de-cambio-que-caminan.html la que ha sido, a lo largo de los dos últimos años, la entrada más leída de Las crónicas, la más comentada, la que más trabajo me sigue dando: Qué en cuanto esta el real. Que voy de paso. Que voy al Mundial. Que me voy a estudiar. Que si necesito dólares. Que si voy a remodelar mi casa y me urge el dinero en reales para cambiarlos a dólares. Qué si los trocadores son confiables Que hasta cuánto me pueden cambiar. Gracias por leer y comentar. He tratado de responder en la medida de mis posibilidades, con responsabilidad y honestidad.

Hasta ese momento, cualquier operación de cambio de moneda se hacía en las Cuatro Esquinas, en el corazón del Casco Central, entre un puñado de hombres curtidos en el negocio. Entonces, para 2011, recién salían al ruedo una docena y media de cambistas más.
Todos apenas comenzaban a disputarse a los brasileros ofreciéndoles 4,8 bolívares por real; hoy, en mayo de 2014, en una mañana de mayo soleada después de mucha lluvia, ofrecen 29 a 30 bolívares. Y ya no son 18. Son  un ejército de 180 hombres (auto organizados) a los que se les ha sumado un contingente -casi igual- de emergentes.

Los novatos ejercen principalmente en el cruce fronterizo, siempre del lado venezolana, lejos del alcance de la Policía Federal Brasilera y en los alrededores de los supermercados chinos.

Antes, el oficio era exclusivo de los hombres. Ahora lo ejercen también las mujeres. Todos  se presentan como padres y madres de familia, prestadores de un servicio fundamental.

Desde 2013, los trocadores apostados en las Cuatro Esquinas visten de franela roja; los del acceso a la localidad (Hotel José Gregorio) de franela verde y los de La Planta de amarilla.

Los que fueron censados en 2013, llevan en el pecho un código que remite a su nombre y número de cédula. Se organizaron para evitar el ingreso de foráneos, de extraños, de aquellos que llegan a esta frontera tan sólo atraídos por el olor de las pacas de billetes que los trocadores agitan en las calles. Sin embargo, los forasteros ya casi los superan.


Hace dos días, un novel trocador (local vale decir) se quejaba del giro que ha tomado el oficio: “Demasiado gente y, por la escasez, los brasileros están dejando de venir. Los que vienen apenas cambian 150, 200, 300 reales porque ellos dicen que cambian y después no encuentran qué hacer con tantos bolívares. Antes cambiaban 1000, 1500 reales”. No hay café, ni leche, ni arroz, ni harinas, ni margarina, ni aceite comestible, ni pasta, ni desinfectantes, ni suavizante, ni papel sanitario. Ni. Ni. Pero aquí seguimos desde Las crónicas, contándoles acerca de la cotidianidad en la Gran Sabana no postal.
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