Gran Sabana no postal

Mi madre siempre dice que vivo "en el fin del mundo". Yo vivo en la Gran Sabana, en el sureste extremo de Venezuela, en un sitio tan distante
y tan distinto que hasta se me ocurrió quedarme a vivir. Los invito a conocer esa Sabana que experimento en mi cotianidad: la Gran Sabana no postal.

martes, 13 de noviembre de 2012

171 sin bomberos



Al ver las paredes de su residencia, ahumadas y agrietadas, Miguel tan sólo se preguntaba quién lo indemnizaría. Fotos: Morelia Morillo

Esa noche,  Miguel debió acostarse rondando las doce y, dos horas más tarde, dormir profundo en una noche caliente, pero arrullado por el sonido y el aliento fresco del aire acondicionado.  Por estos días, a menos que la luna esté de paso, hay calor durante el día y un vapor húmedo durante la noche.

Entonces, el Negro golpeó la puerta del mini apartamento que alquilaba Miguel y le ordenó salir con lo puesto y, por supuesto, despertar y sacar de entre las sábanas y cobijas a la mujer y a la niña. 

La mujer salió con la niña en brazos y, al ver el humo y las llamas, comenzó a implorar auxilio.

“Trastor”, Míchi y todos los que a esa hora trasnochan en La Tribu, un local nocturno ubicado a no más de 100 metros de la carpintería en llamas, se enteraron a los gritos y, de inmediato, pasaron la fiesta.

Mientras unos enfriaban las paredes, con baldes y una manguera de jardín, otros, junto a la mujer y la niña, fueron a buscar refuerzos: a los policías, al parecer, les costó entender qué podían hacer en el sitio y, aunque se acercaron, no hicieron nada; los guardias ni se inmutaron; el camión de los bomberos aeronáuticos tenía la manguera averiada; los hidrantes apenas escupieron aire y los operadores del sistema de emergencias 171 sólo enviaron a los dos paramédicos de guardia, pues en Santa Elena no hay bomberos; los paramédicos calmaron los afectados y arrojaron alguna cubeta.

Sobre las tres de la madrugada, la cisterna de la Alcaldía sofocó el candelero con 5000 litros de agua.

Miguel, el inquilino del mini apartamento colindante con la carpintería, garantizó que el incendio se produjo por un cortocircuito.



Otros de los testigos relataron que las llamaradas sobresalían alrededor de dos metros desde las puertas del local, como fogonazos arrojados desde las fauces de un dragón.


Una mujer aseguró que, en la carpintería, almacenaban 400 litros de gasolina. Ella lo aseguró, pero tal vez esa certeza no sea más que la auténtica expresión de un temor recurrente entre los habitantes de esta frontera: un incendio causado por el almacenaje doméstico de gasolina para el contrabando.

Al alba, mientras buena parte del pueblo drenaba su indignación por lo sucedido a través de la radio local, el alcalde anunció que en el presupuesto de 2013 se prevé la conformación del Cuerpo de Bomberos del municipio Gran Sabana. Miguel desestimó ese anuncio. Al ver las paredes de su residencia, ahumadas y agrietadas, tan sólo se preguntaba quién lo indemnizaría.

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