Gran Sabana no postal

Mi madre siempre dice que vivo "en el fin del mundo". Yo vivo en la Gran Sabana, en el sureste extremo de Venezuela, en un sitio tan distante
y tan distinto que hasta se me ocurrió quedarme a vivir. Los invito a conocer esa Sabana que experimento en mi cotianidad: la Gran Sabana no postal.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Vivir a costa de los animales



Hoy en el Mercado cochino de Santa Elena se vendió. Foto: Morelia MorilloMunicipal


Desde comienzos de mes, el frigorífico líder de esta localidad fronteriza obsequia a sus clientes un calendario imantado con la imagen de un tigre blanco de Bengala y bajo el felino la siguiente inscripción: “Nuestra única obligación moral es no vivir a costa de los animales”.

Al recibir el pago por un kilo, dos, diez, 30 y más de carne de res, pues el pollo, por lo pronto, sólo se consigue del lado brasilero de la frontera, la propietaria del establecimiento entrega el almanaque a todos y cada uno de sus leales carnívoros. Los 500 kilos de alas de pavo que trajo el camión cava de esta compañía desde Barinas volaron en dos días.

Ni en el frigorífico del anuario ni en las carnicerías menos concurridas de consigue pollo. Hoy en el Mercado Municipal de Santa Elena se vendió cochino. Los lechones llegaron al patio de arena –colgados de cara al cielo- en la jaula en donde transitaron hacia su último gruñido.

Así, “a pesar del cambio”, Lucibario Fontana, propietario de una de las ventas de víveres más importantes de la calle Suapi, la vía comercial de Villa Pacaraima, la primera localidad brasilera al franquear la raya desde Venezuela, pasó de vender de una a tres cajas de pollo al día a vender 40. El kilo ronda los Bs. 45. Un pollo promedio se cotiza en 117 bolívares.

Finalmente, el calendario, debajo del tigre y del mensaje, indica ¡Feliz Navidad y un Próspero Año Nuevo! Valga este mensaje también para ustedes. Gracias por leer.





martes, 11 de diciembre de 2012

Fuji TV en la cancha





Fuji TV es igualmente conocida por su sede de Odaiba, Tokio.
De nuevo, les advierto que lo que sigue es verídico por eso lo contaré en primera persona.

Esta mañana, en la cancha techada en donde mis niñas montan bici y yo corro cuando llueve nos topamos con un equipo de Fuji TV.

 Como otras veces, las niñas jugaban solas -porque acá aún son noticia los malandros- y yo ahondaba en los intríngulis que hacen que cada vez sea más lenta la construcción del Liceo Bolivariano “Wará”, contiguo al espacio deportivo.

De reojo, avisté un colectivo Mercedes Benz y otro automóvil último modelo, ambos de placas brasileras; al terminar mis indagaciones, fui hasta allá y entonces un japonés alto y blanco me preguntó, en un portugués tan claro que casi era español,  si las chiquitas podían aparecer casualmente en las escenas en las que tres japoneses se aventuran al futbol en la remota frontera entre Brasil y Venezuela.

Una rutina simple: los cuatro jugadores, tres japoneses y un brasilero, guiados por un árbitro que podría ser brasilero o colombiano, caminan desde la parte trasera de las gradas tricolor, mientras tararean alguna marcha célebre del futbol mundial y una vez al centro del rectángulo charlan y ríen.
Las chiquitas, simplemente, tenían que seguir jugando. Al dar con la escena, el japonés de habla portuguesa me explicó que los muchachos iban a comenzar a jugar y que, inevitablemente, podían golpear a las niñas, “puede llevarlas a casa” y me dio las gracias.

Fuji TV es una cadena de televisión comercial japonesa famosa entre nosotros por series como Astro Boy, Dragon Ball, Heidi, Marco y Meteroro y por su sede de Odaiba, Tokio.



martes, 13 de noviembre de 2012

171 sin bomberos



Al ver las paredes de su residencia, ahumadas y agrietadas, Miguel tan sólo se preguntaba quién lo indemnizaría. Fotos: Morelia Morillo

Esa noche,  Miguel debió acostarse rondando las doce y, dos horas más tarde, dormir profundo en una noche caliente, pero arrullado por el sonido y el aliento fresco del aire acondicionado.  Por estos días, a menos que la luna esté de paso, hay calor durante el día y un vapor húmedo durante la noche.

Entonces, el Negro golpeó la puerta del mini apartamento que alquilaba Miguel y le ordenó salir con lo puesto y, por supuesto, despertar y sacar de entre las sábanas y cobijas a la mujer y a la niña. 

La mujer salió con la niña en brazos y, al ver el humo y las llamas, comenzó a implorar auxilio.

“Trastor”, Míchi y todos los que a esa hora trasnochan en La Tribu, un local nocturno ubicado a no más de 100 metros de la carpintería en llamas, se enteraron a los gritos y, de inmediato, pasaron la fiesta.

Mientras unos enfriaban las paredes, con baldes y una manguera de jardín, otros, junto a la mujer y la niña, fueron a buscar refuerzos: a los policías, al parecer, les costó entender qué podían hacer en el sitio y, aunque se acercaron, no hicieron nada; los guardias ni se inmutaron; el camión de los bomberos aeronáuticos tenía la manguera averiada; los hidrantes apenas escupieron aire y los operadores del sistema de emergencias 171 sólo enviaron a los dos paramédicos de guardia, pues en Santa Elena no hay bomberos; los paramédicos calmaron los afectados y arrojaron alguna cubeta.

Sobre las tres de la madrugada, la cisterna de la Alcaldía sofocó el candelero con 5000 litros de agua.

Miguel, el inquilino del mini apartamento colindante con la carpintería, garantizó que el incendio se produjo por un cortocircuito.



Otros de los testigos relataron que las llamaradas sobresalían alrededor de dos metros desde las puertas del local, como fogonazos arrojados desde las fauces de un dragón.


Una mujer aseguró que, en la carpintería, almacenaban 400 litros de gasolina. Ella lo aseguró, pero tal vez esa certeza no sea más que la auténtica expresión de un temor recurrente entre los habitantes de esta frontera: un incendio causado por el almacenaje doméstico de gasolina para el contrabando.

Al alba, mientras buena parte del pueblo drenaba su indignación por lo sucedido a través de la radio local, el alcalde anunció que en el presupuesto de 2013 se prevé la conformación del Cuerpo de Bomberos del municipio Gran Sabana. Miguel desestimó ese anuncio. Al ver las paredes de su residencia, ahumadas y agrietadas, tan sólo se preguntaba quién lo indemnizaría.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Directo al surtidor



“Esto ha cambiado bastante, uno se demoraba hasta cuatro horas. Ahora, como quien dice, entra de cajón”, comentó un taxista. Foto: Morelia Morillo 


Por estos días, un conductor cualquiera llega a cualquiera de las dos estaciones de suministro de combustible disponibles en Santa Elena, la ciudad más distante hacia el sureste extremo del país, y tras saludar y ser saludado, entregar su tarjeta de control de llenado al efectivo militar y verlo firmar, pasará directo al surtidor o, en el peor de los casos, esperará por dos o tres vehículos más.

Ya frente al surtidor, el usuario incrédulo volverá a saludar y recibirá una respuesta cordial, solicitará el octanaje adecuado para su vehículo y en tres minutos, no más, volverá a rodar sobre la calzada.



¿Nada extraordinario? Después de una década de colas, el Frente Francisco de Miranda (FFM), la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), el Ejército Nacional Bolivariano (ENB) y la Policía Federal brasilera consiguieron reducir el tiempo de espera de 40,60, 120, 180 minutos a sólo tres o cinco minutos.


El Frente sacó de circulación 100 de las 444 tarjetas correspondientes a las guadañas, pues, aparentemente, aunque estas ya no cortaban ni una brizna de hierba, los adjudicatarios de las tarjetas correspondientes a los equipos insistían en abastecerlas diariamente; ahora, los guadañeros deben acudir  a la bomba con la máquina y el aceite de dos tiempos.

Mientras escuchan a Alí Primera escurrir su garganta a través de una corneta integral colocada en el cuartito de los trapeadores y las escobas, los muchachos de franelas rojas cotejan las tarjetas concedidas a las motos de acuerdo a los últimos cuatro dígitos del serial y les llenan su tanque, día de por medio, pues, aparentemente, algunos de motorizados se cambiaban de casco, de franela, de lentes, de placas y hasta de moto y, se dice, que conseguían llenar un tambor (de 200 litros) a fuerza de idas y venidas.

La Guardia Nacional Bolivariana (GNB) activó una alcabala en la vía hacia los sectores más poblados de la localidad y, de inmediato, disminuyó el tráfico ilegal de combustible en pimpinas y el Ejército detuvo las tarjetas de más de 100 vehículos, pues, aparentemente, aunque estos -a duras penas- conseguían andar, surtían combustible a diario, por estar afiliados a alguna de las líneas de traslado de pasajeros y tener cartulinas preferenciales. A todos esos choferes les dieron fichas corrientes, de uso inter diario.

Tanto la GNB como el Ejército asignaron profesional a los centro de abastecimiento. La Guardia tenientes, en lugar de sargentos y el Ejército sargentos, en lugar de soldados, pues, supuestamente, los de bajo rango venían cayendo en la tentación de favorecer a los talibanes, revendedores del combustible.

Pero además, en la frontera entre ambos países, la Policía Federal del Brasil, que durante meses se mantuvo de paro, volvió a fiscalizar el contrabando de combustible desde Venezuela. Y algo muy importante: los camiones están llegando puntualmente, uno para cada bomba al día.

Un taxista relató que en 2002, cuando llegó a Santa Elena, se incorporaba a la cola de 3:00 a 4:00 de la mañana, “para poder trabajar durante el resto del día (…) porque sabía que de no echar antes de las 10:00 me quedaba listo (varado)”.

“Esto ha cambiado bastante, uno se demoraba hasta cuatro horas. Ahora, como quien dice, entra de cajón”, comentó.



miércoles, 10 de octubre de 2012

Votar dos veces no es trampa, es una obligación




“Tengo que ir, dijo, porque en Brasil es obligatorio. Para hacer trámites de documentos, exigen el título de elector” y la mostró. Foto: Morelia Morillo

 
El domingo pasado, Rosana Castro votó dos veces.

Ella es brasilera de nacimiento y de acento, a viva voz. Pero se hizo venezolana y, desde entonces, ya ha sufragado tres veces con su nueva cédula de identidad.

Se levantó temprano, apuró el café da manhã y acudió a su centro de votación. Con el meñique aún húmedo, se fue al lugar de encuentro y subió a un primer carro que la llevó a la frontera.

El 07/O, mientras los venezolanos escogíamos Presidente, todo el Brasil elegía a sus prefectos y concejales. Pero sólo del lado venezolano, el paso permaneció suspendido.

Ante el cierre, el gobierno de Pacaraima definió un punto, sobre la vía Perimetral Santa Elena de Uairén, para juntar a sus connacionales y trasladarlos hasta la alcabala y de ahí a Villa Pacaraima, capital de la municipalidad brasilera más cercana a Venezuela.

Rosana –como lo hicieron unos 400 brasileros más- cruzó la raya divisoria caminando y tomó un segundo vehículo, también dispuesto por el gobierno local, y llegó a su centro de votación.

 Debió escoger a nueve concejales y un prefecto.

“Tengo que ir, dijo, porque en Brasil es obligatorio. Para hacer trámites de documentos, exigen el título de elector” y la mostró.




domingo, 23 de septiembre de 2012

¿2 500 bolos para cada uno? Si va


 
Un día cualquiera, el último de los carros brasileros en fila rumbo a la Estación de Servicio Internacional de Santa Elena fue numerado con el número 50. Fotografía: Morelia Morillo
 

 
Ese viernes, el 7 de septiembre, Santa Elena de Uairén, la capital del municipio Gran Sabana, en el extremo sureste de Venezuela, amaneció a reventar. Los brasileros, de Manaus y Boa Vista, debieron rodar toda la noche o al menos desde la madrugada.

El país en pleno comenzaba el feriado con motivo de la celebración del Día de la Independencia y buena parte de los habitantes de los estados Amazonas y Roraima viajaron a esta frontera para aprovechar las virtudes de un poderoso real a punto de coronar los cinco bolívares. Varias docenas de niños, niñas, adolescentes y adultos venezolanos, estudiantes de las instituciones brasileras de Pacaraima, se sumaban al desfile organizado por las escuelas y otras instituciones.

Durante tres días, los brasileros llenaron los hoteles, los restaurantes, la panadería, los supermercados chinos, las ventas de lencería, electrodomésticos y tecnología árabes e incluso algunos de las pequeñas tiendas venezolanas. “Se vendió sabroso”, le escuche decir a un comerciante de origen libanés.

Una semana más tarde, el diario Folha de Boa Vista publicó el relato de viaje (anónimo) de una de las parejas de que vinieron a Santa Elena durante aquel asueto.

 

.Sobre las ocho de la mañana, la mujer, su marido y sus otros 13 acompañantes, a bordo de tres vehículos de placas grises, en Brasil las placas de los carros particulares son grises y apaisadas, llegaron a la Estación de Servicio Internacional de Santa Elena de Uairén, casi sobre la línea limítrofe.

Con desgano, se incorporaron a la cola, que a esa hora y ese día debió enfilar a más de 100 vehículos. Entonces, un motorizado les ofreció gasolina y ellos, casi sin pensarlo, decidieron seguirlo.

“Nosotros decidimos salir de la fila y seguir al muchacho para comprar el combustible, pues teníamos poco tiempo para hacer las compras y queríamos aprovechar al máximo y mostrarle la ciudad a unos amigos de otro estado. Eso es una práctica normal en Santa Elena, todos compran y venden gasolina en aquella ciudad”, dijo al periodista que la atendió, seguramente en la antesala de la redacción.

Los tres carros, y sus 15 tripulantes, siguieron a un muchacho al mando de una moto hasta una casa en Santa Elena, a 15 kilómetros de la raya y a pocos metros del sitio en donde se hospedaban los viajeros. Una vez en el sitio, el muchacho partió.

Los turistas debieron ver al dueño de casa succionar a través de una manguera transparente, escupir, colocar el pico de la manguera sobre la boca del tanque y trasvasar el inflamable desde el bidón. Finalmente, cobrar al menos 5,1 bolívares fuertes por cada litro.

 Entonces, según el relato de la mujer, cayó la Policía. Seis agentes de la Policía del Estado Bolívar que, de entrada, les exigieron el pago de 15 mil bolívares fuertes para salir del lugar.

Ella relató que entre los policías argumentaban que debían repartir el dinero entre los seis y que jamás interpelaron al surtidor doméstico de combustible.

La denunciante, su marido y el resto contaron todo cuanto encontraron en sus bolsos y bolsillos. Probablemente, sin exponer su almuerzo y algún otro imprevisto y lograron juntar 1 100 reales. Así que a la pareja y a dos de los uniformados les habría tocado ir hasta Villa Pacaraima, a 15 kilómetros de Santa Elena, para retirar el dinero faltante en un cajero automático.

Al cruzar la frontera, la mujer se consiguió de frente con su hermano, al menos seis reductores de velocidad obligan a ir muy lento tanto de ida como de vuelta. El hermano trabaja como taxista en la ruta Boa Vista-La Línea y al ver a los suyos con dos policías venezolanos se acercó. Ella sintetizó cuando pudo y el taxista pidió a los agentes que pararan con la extorsión. Ellos aceptaron el monto disponible.

 “Fueron momentos de aflicción, entrecomilló el redactor, ellos estaban armados. No podíamos abrir las puertas de los vehículos. Fuimos secuestrados y asaltados dentro de Venezuela”, dijo la mujer.
 

.La semana pasada, dos semanas después del Día de la Independencia en el Brasil, la noticia se coló a través de la radio local y comunes e instituciones se dedicaron a indagar en la veracidad de aquella nota: “Es una denuncia anónima”; ¿Por qué no pasaron por el Consulado Brasilero?; “ningún periodista se hace responsable por el texto”; “Finalmente, no tienen derecho a reclamar porque andaban en algo ilegal”; “Nadie ha formalizado la denuncia en Policía”; “Nadie ha expuesto la situación en Consulado”.

En la Folha Web la nota dio lugar a nueve comentarios: el primero de los lectores preguntó si se trataba de un chiste; el segundó llamó a sus compatriotas a estar conscientes de que en Venezuela el crimen organizado puede estar en cualquier parte; otro reflexionó “país extranjero, territorio ajeno”; el cuarto dijo que tanto en Brasil como en Venezuela, los brasileros son tratados como ciudadanos de tercera categoría; el quinto entiende que lo de hacer denuncias en Venezuela no resuelve nada y llama a nuestro país covil, una palabra que se traduce como cueva, madriguera, antro;   el sexto responsabiliza a los denunciantes por haberse atrevido a poner un pie en este país en donde “de la misma forma en que los policías trataron a aquellos turistas, los comerciantes tratan a los clientes”; el séptimo soltó una orden: “dejen de ir a ese país corrupto”; el octavo se resignó, de inmediato, a que no habrá solución para el caso; el último dijo “no me gusta Venezuela, pero los brasileros sacan lo peor de sí” (allá).

El redactor de la nota consultó al cónsul venezolano en Boa Vista José Martí Uriana Morán, quien precisó que los agraviados deben comunicarse con su representante consular en Venezuela, para que las autoridades venezolanas sean informadas formalmente y procesen la denuncia.

 

 

lunes, 20 de agosto de 2012

Un voto cuesta 150 reales


En su consigna de campaña ofrece “Renovación con dignidad y oportunidad, respetando el pueblo” Foto: Morelia Morillo


Hoy lunes Daya amaneció en la radio.
Acción Comunitaria es el programa más escuchado por los habitantes de Gran Sabana y Daya se levantó temprano, tal vez media hora antes que de costumbre y se dirigió a su encuentro con Ramón López, la voz más popular de la radio local, para denunciar la compra de votos por parte de los candidatos a vereadores (concejales) en el Municipio Pacaraima, Brasil.
Villa Pacaraima, La Línea, BV8, la capital municipal, está ubicada a 15 minutos de Santa Elena, la principal ciudad del Municipio Gran Sabana en el extremo sureste de Venezuela.
Daya, al igual que aquellos a quienes acusa de pagar 150 reales por cada voto, se postula a concejal por el Partido Social Democrático Cristiano (PSDC) y en su consigna de campaña ofrece “Renovación con dignidad y oportunidad, respetando el pueblo”.
Desde el micrófono, de cara a Ramón López, Daya fustigó a su gente:
“no puedes vender la educación, la salud, la seguridad (…) Hoy te pagan, pero mañana cuando reclames te van a decir ¿Quién eres tú?”

Daya habla en español y de pronto, con previo aviso, lo hace en portugués. Ella se dirige a los brasileros que moran del lado venezolano de la frontera, pero que conservan su derecho al sufragio en su país de origen. En esta frontera 150 reales son 675 bolívares aproximadamente.


domingo, 12 de agosto de 2012

El Frente vs. Los motorizados

Los motorizados volvieron con un documento en el que reclamaron “los vejámenes”, los nuevos controles impuestos por el FFM y requirieron para los consejos comunales los puestos de trabajo ocupados por “los foráneos”. Foto: Morelia Morillo


El lunes , ante las nuevas restricciones impuestas por el Frente Francisco de Miranda (FFM), dos docenas de motorizados se reunieron en el Espacio de Encuentro para la Cultura y las Artes, compartieron su descontento, se confesaron “talibanes”, recogieron 60 firmas y se fueron, haciendo rugir y pitar sus motos, al Concejo Municipal.

Aquí, el FFM es una especie de escuadrón moral. Sus paladines –escogidos foráneos con la idea de que así no se contaminarían ante el objeto de sus luchas- llegaron a esta frontera hace dos años con la misión de erradicar la corrupción existente en torno al suministro del combustible. Como parte de “la fusión cívico militar”, el Ejército y la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) continuaron a cargo de las tarjetas de control de los carburantes y de su chequeo –a contra placa- a las puertas de las bombas locales.

Ataviados con gorras y franelas rojas y henchidos de convicción revolucionaria, tomaron el control de las bombas; por meses, disminuyeron de cinco horas a cinco minutos la espera en las estaciones de servicio; poco más de 700 días después, resisten una lluvia de acusaciones entre filas de carros. Los conductores aguardan 45 minutos en promedio y, eventualmente, viven lo extraordinario: pasan directo al surtidor.


Aquí, los “talibanes” son los revendedores de combustible, un bien que en esta frontera cuesta entre uno a tres reales dependiendo del día y cada real entre cuatro a cinco bolívares. Antes, eran seres indeseables, gente que olía demasiado a gasolina; ahora, un “talibán” es siempre “un padre de familia” y, casi siempre, “un desempleado que, de alguna manera, debe ganarse la vida”, así es como se presentan.


Ya en el Concejo, en la calle Urdaneta, los motorizados solicitaron un derecho de palabra para la sesión del martes y se marcharon -haciendo rugir y pitar sus motos – hasta el día siguiente.

Veinticuatro horas después, volvieron con un documento en el que reclamaron “los vejámenes”, los nuevos controles impuestos por el FFM y requirieron para los consejos comunales los puestos de trabajo ocupados por “los foráneos”. Reclamaron por escrito e hicieron uso de su derecho de palabra.

Al iniciarse agosto, el Frente Francisco de Miranda instauró una nueva metodología para la atención de los motorizados: empezaron a llevar el registro de acuerdo a los cuatro últimos números del serial o vida y no de la placa, a atender a cada moto un día sí y un día no, a recibirlos sólo en la Estación Gran Sabana y los domingos servirles cinco litros y no el tanque “full”.

Como argumentó, el FFM explicó que se detectó que “algunos motorizados, no todos” acudían primero a la Estación PDV, surtían y, después de retirarle la placa a su motocicleta, se dirigían a la Estación Gran Sabana o viceversa, causando el caos e impactando los excedentes de gasolina en la calle y, por tanto, los índices de contrabando.

Antes de conocerse esos nuevos controles, trascendió que “algunos motorizados” lograban surtir hasta 10 y más veces por día: sacando o tapando la placa, cambiando de piloto, usando lentes, dejándolos en casa, cambiando de gorra, portando sombrero, sin casco o con él. Al final del día, según los favorecidos, lograban llenar un tambor de 200 litros y embolsillarse, por lo menos, 1 000 bolívares.

Los concejales sirvieron de intermediarios y el miércoles, a eso de las cinco de la tarde, el comandante militar de la localidad acordó con los motorizados en conflicto que pueden surtir en cualquiera de las dos estaciones, eso sí, de acuerdo al terminal del serial y con un día de por medio; los domingos todos en la estación correspondiente y llenar su tanque. Los concejales, además, prestaron las instalaciones de la Cámara Municipal para censar a aquellos que se mueven sobre dos ruedas y luego gestionarán el financiamiento para dotarlos de cascos.










jueves, 19 de julio de 2012

La Santa Elena sin cruz









López venía de hacer carrozas en Río de Janeiro y a la Santa le modeló un rostro pemón, ungido por una diadema metálica de un metro y medio de diámetro. Foto: Morelia Morillo

Stella dice que muchos turistas le preguntan ¿Qué es eso que está en la entrada de Santa Elena, al lado derecho, sobre el arenal? y Xiomara piensa que muchas de las tragedias cotidianas que vive este pueblo (las colas de la gasolina, las invasiones, las desavenencias entre vecinos) se deben al abandono en que se encuentra esa gigante de concreto, esa patrona inconclusa de al menos 15 metros de altura.

La efigie que está en la entrada del pueblo de Santa Elena de Uairén, de la capital del último municipio venezolano hacia la frontera con Brasil, fue hecha a imagen y semejanza de aquella de casi dos metros que se encuentra en el altar mayor de la Catedral local y cuenta al menos con diez años de vida, siete de ellos intacta.

Bien, alguna vez fue profanada: seguramente una noche, alguien trató de demoler una de las bases sobre las cuales mora de pie y, otra noche, alguien más (o por qué no la misma o las mismas personas) se llevó los tubos que daban forma a la cruz que portaba en su mano izquierda. Pero, por lo demás, el Monumento alegórico al pueblo de Santa Elena de Uairén, que así es como se llama, permanece intocado¸ inconcluso.
Sergio Eminián, un ingeniero de origen italiano que hace varias décadas llegó a la Sabana y se quedó haciendo casas, arcos, flores y una catedral que, a lo lejos, se asemeja a un tepui, le atribuye la idea a Rafael Pinto, el penúltimo de los hombres en pasar por la dependencia del Ministerio de Relaciones Exteriores en esta frontera.

Pinto se habría motivado ante la idea de sembrar una Santa Elena en la cara norte del cerro Akurimá, de cara a la Sabana. Soñó con verla desde el Terminal de Pasajeros, casi flotando sobre los moriches del Puerto San Rafael y, de inmediato, convidó a un grupo de profesionales a trabajar ad honorem y a una veintena de comerciantes como financistas.



“De noche se vería casi como una aparición”, alucina Eminián.
 
_¿Tú sabes por qué eso ahí (en la cara norte del Akurimá, en el sitio en donde se encuentra la imagen) se llama Puerto San Rafael?

_ Bueno, porque antes, cuando el río Kukenan crecía y el Uairén empezaba a represarse aquí arriba, porque no encontraba hacia donde drenar, se desbordaba y todo eso se llenaba de agua. Los indígenas llegaban hasta ahí con sus curiaras. Por eso lo llamaban Puerto San Rafael,  porque era un puerto de invierno.
Ahora, ahí, en el puerto de invierno, queda la vivienda de alguna familia pemón.

Con las contribuciones de los conformantes de la comisión pro Monumento alegórico al pueblo de Santa Elena de Uairén  se logró anclar la base al terreno y hacer el esqueleto, el modelaje y la coronación pues la patrona (como es sabido) antes que Santa fue Reina.

Ronaldo López -quien llegó a estos confines para hacer el jaguar que acompaña al soldado apostado a las puertas del fortín militar en Villa Pacaraima, la primera localidad de lado brasilero- se encargó del modelado.

López venía de hacer carrozas en Río de Janeiro y a la Santa le modeló un rostro pemón, ungido por una diadema metálica de un metro y medio de diámetro.

Pero aun siendo Reina y Santa, la imagen de la patrona permanece inconclusa y sin cruz, claro está. Eminián cuenta que la Gobernación, la Alcaldía y el Vicariato Apostólico del Caroní se interesaron en culminarla. Pero todos desistieron en cuanto se enteraron de que hacen falta 800 mil bolívares para bañar a la imagen en polvo de mármol blanco, culminar su base o cuarto de mantenimiento y darle forma de tepui y rodear todo con banquitos y jardinería.

domingo, 10 de junio de 2012

El anillo sobre el Sol

El anillo visto de la calle Wei (Fotos: Morelia Morillo)


El anillo visto desde mi patio



Esto debo contarlo en primera persona porque lo viví.

Ese día, al amanecer que siguió al tránsito de Venus frente al Sol, amanecí desconcertada. No vi a Venus pasar. Vivo al Sur extremo y no en el Occidente extremo de Venezuela, que fue en donde (desde nuestro país) pudo observarse mejor ese fenómeno. Pero amanecí  entre desconcertada y más cansada que la noche anterior. Así que decidí salir y trotar.

Ya en la desembocadura de la calle Wei hacia la Troncal 10, que es la vía que une a Santa Elena con la frontera hacia Brasil y mi pista, miré al cielo y vi a ese enorme anillo buscando cerrarse sobre el horizonte. En el centro del aro brillaba el Sol y a ambos lados del Sol un par de ojos de luz.

Me detuve estupefacta y al mirar atrás, como para limpiarme la vista, vi a mi vecino, a Abrahan, un indígena pemón que sabe hacer de todo en tiempo récord y sin sobresaltarse: casas, pozos, curiaras, conucos y todo con esa tranquilidad tan de él.

_ ¿Algunas vez habías visto eso?

_Si. Eso ocurre cuando va a ser un día de mucho sol y, de repente, va a llover.

-Ah!

Seguí caminando. Después troté. Me sacudí el desconcierto y el cansancio, pero (en siete kilómetros) no dejé de mirar al cielo.

Entonces, ya de regreso, vi a Santiago Ramos, “Kurén, el caminante”, un hombre de origen europeo que en 40 o más años ha trillado, a pie, cada rincón de la Gran Sabana y, supe, de inmediato, que nadie como él podría explicarme la razón de aquel anillo.


“Eso es lo que se llama una convergencia intergaláctica, dijo sin mediar interrogantes y sin dejar lugar para las dudas, por eso los tres soles: el nuestro y los correspondientes a las otras dos galaxias. Sólo una nave muy fuerte podría penetrar esa situación porque la energía que se genera es muy fuerte y claro afecta  a los seres humanos porque no somos más que una partícula diminuta en el medio del todo”.


Volví sobre mi calle que está identificada con un letrero azul de bordes y letras blancas que indica Calle Wey, con y, no con i. Wei es un vocablo pemón que significa Sol. En la mitología pemón, Wei es el padre de los Makunaimá, figuras fundacionales de este pueblo indígena. Kakó, la mujer de jaspe, es la mujer de Wei y la madre de los hijos de ambos.

Ese día fue de sol. Después, casi no ha parado de llover.

domingo, 20 de mayo de 2012

Esta nueva frontera

En las tardes, muchos visitan la tranca: unos por solidaridad, otros por curiosidad.

Al amanecer del viernes, los toldos ya identificados con pancartas.

Los turistas nacionales o extranjeros cruzan a pie. Fotos: Morelia Morillo



Los mineros de Ikabarú, un pueblo ubicado a 114 kilómetros de Santa Elena o a seis o siete horas de camino, bloquearon la Troncal 10 el jueves (17) pasado.

El viernes 11 un grupo de ellos se presentó en la Estación de Servicio Gran Sabana en reclamo por los retrasos en el suministro de combustible. Después de una mañana de discusión, acordaron renovar sus permisos y se fueron.

El martes 15, asistieron a un Cabildo Abierto en el Concejo Municipal. Tratándose de hermanos, sus líderes,  indígenas y no indígenas, denunciaron los atropellos de los que fueron víctimas durante la aplicación del Ágata Centinela 4, un operativo militar conjunto de las fuerzas armadas de Venezuela y Brasil puesto en práctica entre el 10 y el 17 de mayo con la finalidad de controlar los ilícitos fronterizos en la amazonia compartida.

El miércoles 16, se reunieron en el Parque Ferial de Santa Elena y redactaron un documento informándole al comandante de la Guardia Nacional  Bolivariana (GNB) que, al día siguiente, a las nueve de la mañana, protestarían pacíficamente en el puente sobre el río Wará en la Troncal 10, la carretera que une a Santa Elena con el mundo y a Venezuela con Brasil.

En el documento exigieron la presencia del alto Gobierno y la legalización de la mina, cuya práctica está prohibida (aunque vacunada) desde 2006, en el Alto Caroní, en la Gran Sabana, en la tierra de los pemón, de los tepui, de los ríos y sabanas infinitas.

El jueves 17, bien puntuales, y después de recorrer el pueblo, los manifestantes hicieron suyo el Puente Wará: cerraron con motos, luego con camiones, aseguraron un par de toldos, improvisaron una oficina, se abastecieron de agua potable y, sobre un mesón de madera raída, redactaron una nueva misiva, esta vez dirigida a la más alta instancia militar de la región.

En la declaración del jueves exigen la presencia del alto Gobierno, la legalización de la actividad minera y la derogación del decreto 4 813 que le reserva al Estado la actividad minera. Ese día, a pocos kilómetros, en Manak Krü, también se reunieron los capitanes de las comunidades indígenas afectadas y revelaron el nombre de los efectivos abusadores y lo sucedido en Pekai Merú. No sólo se encontraron para hablar con respecto a los excesos de los uniformados y a la respuesta de los mineros, lo hicieron también para conversar (en pemón, por supuesto) en torno a otro de los temas del top: la demarcación y titularidad de las tierras indígenas.

En pemón, pekai significa calvicie

El capitán de Pekai Merú dijo que los militares tumbaron la puerta de su casa, “alborotaron todas las cosas de la mujer y la anciana”, detonaron los equipos mineros al frente de todos -que una niña se desmayó- y, finalmente, pesaron medio kilo de oro y se lo llevaron.

El capitán de Playa Blanca dijo que los militares no habían tocado su comunidad, aunque si habían exterminado la mina cercana.

Todos los firmantes reiteraron su apoyo al cese de la actividad minera, mas en su rol de autoridades originarias exigieron respeto para ellos y su gente.

El viernes, los tomistas impidieron el paso de la comida que venía para el mercado Municipal; temerosos, los camiones cargados con los alimentos de las escuelas se devolvieron desde una comunidad cercana y los del combustible ni siquiera se atrevieron a aproximarse; el colector de la basura está lleno y no puede pasar -sobre el puente- para ir y descargar su inmundicia en una sabana, cruzada de morichales, tan bella y prístina como aquellas de las minas.

El sábado los tranquistas recibieron a los líderes de Kumarakapay, la comunidad del candidato a alcalde por la mesa de la unidad y el domingo a muchos de los de Santa Elena, al no poder ir al río, decidieron aproximarse por vez primera al fragor de una protesta ciudadana.

Cada media hora, se corre el rumor de que la Guardia Nacional los va a retirar: “Ahora sí”. “Con esta lluvia sí”. “Vienen en camino 80 guardias de afuera”. Evelín, la capitana de Wará, no aguanta más: Ya convoqué a mi gente, a nosotros nadie nos pidió permiso. Estan mezclando esto con la política. Fuera mineros, fuera de mi comunidad". Corre el rumor de que hay una barriada dispuesta a bloquear el acceso al pueblo y aislarlos. "Ojalá y eso no sea verdad". Pero nada sucede. Es domingo y los tranquistas hacen parrilla a orillas del rio.

Ellos no son más de 200, difícilmente más, a veces menos, y aquí estamos, todos lo demás, 15 mil por lo menos: cada vez con menos comida, ya casi sin gasolina, sin servicio de aseo urbano, viendo como los turistas nacionales y extranjeros deben cruzar a pie entre esos hombre y mujeres en rebeldía y con una frontera al sur, hacia el Brasil y una nueva hacia el norte, sobre el puente Wará, que nos separa del resto del mundo.


miércoles, 2 de mayo de 2012

El último viaje de los kaiwak




El puente hacia Tukuyen, la mano de Vallita con un marupa, la abuela, el hito, Vallita y los envases
Fotos: Morelia Morillo


Hoy, finalmente, salieron los bachacos.

Los pemón los llaman kaiwak. Así es como llaman a esos insectos grandes que disfrutan –sin abusar porque causan estreñimiento- bien tostados al budare, con kumachí, todo sobre un pedazo de kasabe.

Las lluvias de finales de abril son el indicativo inequívoco de que los kaiwak están por salir. “Mañana no va a llover y van a salir los bachacos”, se prometen la noche anterior.

Entonces, Vallita, Milagros del Valle Suárez y su tía, anciana, valiente, vital, se levantan aún más temprano que de costumbre y se internan más allá de su comunidad, más allá de San Antonio del Morichal, por la vía de Tukuyén, hasta la línea de hitos que separan a Venezuela de Brasil.

La abuela sale a espantar las vacas. Vallita prefiere mirar de lejos. “Ese ganado es brasilero, pero están en Venezuela”, dice Vallita.

Ambas caminan hacia esas casas hechas de tierra roja, “porque las negras son las de los merupá (…) Los merupá son los que tienen alas y vuelan hacia la luz la noche antes  (…) Anoche los vimos”.

Las dos llevan suéteres de manga larga, blue jeans gruesos y botas plásticas. Los pantalones van cuidadosamente asegurados dentro de las botas. “Esos bachacos cortan pantalón, cortan zapato de goma, se montan por todos lados”. Vallita lleva un morral y envase pequeño con tapa. La abuela su wayare y un balde.

Antes de que salgan los kaiwak, emigran los trakui, los dapi, avanzadas de soldados abriendo camino. Entonces, cuando el sol se instala bien caliente, la marabunta lo invade todo. “Si salen a las nueve, uno pasa como hasta la una recogiendo”. Y después, a caminar de vuelta, a tostarlos y a comer.

 “Ellos (los kaiwak) se mudaron. Vivían más cerca de la comunidad. Pero se han ido hacia la frontera”.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...