Gran Sabana no postal

Mi madre siempre dice que vivo "en el fin del mundo". Yo vivo en la Gran Sabana, en el sureste extremo de Venezuela, en un sitio tan distante
y tan distinto que hasta se me ocurrió quedarme a vivir. Los invito a conocer esa Sabana que experimento en mi cotianidad: la Gran Sabana no postal.

miércoles, 23 de junio de 2010

“Jesucristo Superstar cayó con drogas en la frontera”

Esta imagen corresponde a la puerta de una vivienda pemón en la comunidad de Monte Bello (Fotografía de Morelia Morillo).
Acá, en la frontera entre Venezuela y Brasil, un hombre maduro, vestido de bata roja y sandalias de cuero, cabellos y barba largos y enmarañados, pedaleando una carrucha, embalado hacia la línea limítrofe, a nadie le llama la atención o si, pero no demasiado.

La Gran Sabana y especialmente El Paují son destinos o paradas obligadas para los mochileros -“son hippies”, sintetizan algunos- que recorren la ruta entre Colombia y Tierra del Fuego, en Argentina, o en sentido contrario.

Por algo, la operadora turística más próspera no es la que garantiza más comodidad y vistas gloriosas a la tierra de los tepuyes sino “Backpacker”, la que ofrece lo mínimo y precios a la medida de los que viajan con una mochila al hombro.

Tampoco sorprendió a nadie que el hombre de la batola se instalara en Santa Elena de Uairén y menos que recogiera y transportara latas de aluminio en su bici-carrucha.

Esas cosas pasan aquí: la gente viene por una semana y se queda por el resto de la vida. “La Sabana te atrapa”; “Es la energía de la Sabana”; “La Sabana es una madre maravillosa”, argumentan quienes se han quedado.

Lo bautizaron “Jesucristo Superstar.

El hombre de la batola se sumó a las familias que invadieron el bosque ubicado antes de la urbanización Brisas del Uairén y formaron una barriada llamada “El Salto”; de inmediato, se hizo pastor de esas almas y, a punta de pedalear una carrucha cargada de latas de un lado a otro de los hitos, empezó a construir un templo.

“Él se viste así porque está cumpliendo una promesa, pero es un buen tipo. No hay que juzgar a la gente por las apariencias”, comentaba uno de sus feligreses.

Hace una par de semanas, una noticia sacó a los del pueblo de sus camas: “Jesucristo Superstar cayó con drogas en la frontera”, se escuchó bien temprano en la radio.

Entonces, vía telefónica, la audiencia terminó de hilar la historia: “Ese no era ningún pastor”; “Ese ya había caído con una lata de cerveza rellena de perico, pero se bajó con algo y lo dejaron libre”, “Todo el mundo sabía en qué andaba ese hombre”, “Lo del disfraz y las latas eran pa' mete el paro”.

“Lo que pasa es que esta vez lo agarraron con cuatro kilos de alta pureza, eso lo sabía todo el mundo ¿Cuál es la sorpresa?”.
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